Esta acumulación de inmundicia no es plato de buen gusto tampoco para los turistas, que atraídos por los encantos de la zona, como la isla Tiberina, la Sinagoga o el mismo barrio de Trastevere, no pueden dejar de mirar con repugnancia estas cantidades acumuladas de escrementos. Muchos de ellos, entre risas, se paran a fotografiar los coches “decorados” por las heces hasta no reconocer siquiera su color original.
La Liga para la protección de Aves ha afirmado que las maltrechas arcas del consistorio de la capital han llevado a recortar 100.000 euros en la partida de prevención y limpieza de las defecaciones. Durante las temporadas anteriores, con esos 100.000 euros se podaban los árboles cercanos al río Tíber y se instalaban dispositivos de audio que reproducían los cantos de los temidos depredadores de los estorninos, los halcones peregrinos, y así intentaban asustarlos y enviarlos lejos de la ciudad.
Las consecuencias de estos recortes han hecho repensar la situación al Ayuntamiento, que afirma que han conseguido fondos para limpiar las calles y ahuyentar a los pájaros.
Parece que la crisis y los recortes a veces tienen que ser evaluadas por profesionales de todos los campos y no solo por políticos y asesores a sueldo sin nociones de muchas cosas, entre ellas, como se ve en este artículo de EFE, de biodiversidad y fauna urbana.
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