El día 8 de mayo se celebra el Día Mundial de las Aves Migratorias, este 2021 se dedica a ¡Canta, vuela, vuela como un pájaro! y se centra en los fenómenos del canto y el vuelo de los pájaros como una forma de inspirar a las personas de todo el mundo, en su deseo de proteger a las aves y sus hábitats.
Es un llamamiento para que las personas vuelvan a conectarse con la naturaleza a través de las aves, observándolas, donde quiera que estén: ciudades, parques, campos, bosques, montañas, humedales.
Y como homenaje a uno de esos migradores, os traigo un post que realizamos con Rafael Gonzalez de Lucas del seguimiento que hace en el Garraf sobre nuestras aves migradoras.
Félix Rodríguez de la Fuente nos decía que
nuestra rapaz nocturna más pequeña podría ser tan grande como la palma de la
mano. Con su simpática estampa cuando eriza sus penachos a modo de orejas, es
un feroz e implacable cazador de grandes artrópodos.
El autillo es una de
aquellas aves populares que caen simpáticas a todo el mundo. Viviendo en
aquellas zonas de campiña y arboledas donde haya viejos troncos con multitud de
agujeros, o adentrándose incluso en los parques urbanos de grandes y nudosos
árboles como los plátanos, se trata de un ave muy cercana. Quién no ha
escuchado alguna vez su ulular corto y repetido, o ha tratado incluso de
imitarlo silbando en tono agudo para llamar su atención, sacándolo de la frondosidad
vegetal hasta la parte más visible de algún poste o farola. Diríamos que
conocemos a nuestro vecino a la perfección. Toda su delicada figura y su
plumaje suave, su familiaridad y cercanía, realmente se transforman en misterio
cuando nos adentramos en su biología.
Uno de los detalles de su vida menos conocidos
por la gente es que pese a su tamaño, el menor de los Estrigiformes ibéricos,
es un ave migratoria. Los estudiosos de las aves ya sabían que esta especie nos
abandonaba cada año para ir a pasar a África los meses más desapacibles en la
Península. Sin embargo poco se sabía exactamente acerca de dónde iban a parar
exactamente. Desde hace más de 120 años, los que lleva desarrollándose el
anillamiento científico de aves en Europa, se han ido descubriendo poco a poco
los secretos mejor guardados de las especies migratorias. Gracias a las
pequeñas anillas numeradas que individualizan a cada ejemplar, a modo de un
pequeño documento de identidad colocado en su pata, se han podido ir revelando
los movimientos de las aves en sus viajes migratorios con las diversas etapas hasta
sus destinos invernales.
Bastante es lo que hemos aprendido de
muchísimas especies. Sin embargo, el autillo, a pesar de su cercanía, aún no
había desvelado sus secretos. Gracias al anillamiento se conocían a grandes
rasgos cuáles eran las áreas de invernada de la especie, pero pocas veces se le
había podido localizar con precisión. Hoy en día utilizamos los nuevos y cada
vez más precisos dispositivos tecnológicos (GPS, Data Loggers, etc.). Colocado
a modo de una minúscula mochilita de funcionamiento autónomo, y que apenas le
supone ninguna molestia en el dorso del ave, el dispositivo va emitiendo señal
de la posición del animal.
Hasta ahora se sabía que la mayoría de
autillos emigraban atravesando el Mediterráneo y el Sáhara, llegando a la
región del Sahel donde se establecían en invierno. Incluso se sabía que hay una
pequeña fracción que permanece en el litoral mediterráneo español. Pero desde
muy recientemente se ha podido descubrir la zona precisa donde permanecen
nuestros autillos en África. Lecturas enviadas por los satélites GPS han
indicado una región amplia del Sahel entre Burkina Faso, Malí, Níger y Benín.
Aún quedan muchas cosas por aprender de
nuestros desconocidos amigos. Pero al menos vamos pudiendo vislumbrar ciertos
interesantes detalles de su vida. Ya sea con dispositivos electrónicos o con
las tradicionales anillas, los autillos aún mantienen secretos sobre su
intimidad más profunda.
Cada mes de abril, de igual manera, les esperaremos en
sus parques y arboledas con la misma ilusión cada año por escuchar su emotivo
reclamo. Quizás para que nos cuenten a la luz de estrellas y farolas, vivencias
de ave viajera.
Aprovecho para comentaros que en Julio y Agosto volvemos a África, esta vez a Kenia, es un birdwatching único. si queréis acompañarnos tenéis toda la información en este enlace.
RAFAEL GONZÁLEZ DE LUCAS